viernes, 9 de marzo de 2018

Ábregos



Los cielos han decidido abrirse a la primavera, al océano echarse encima de la Península Ibérica en forma de esos vientos vitales, sostenidos, cargados de humedad que son los ábregos del suroeste. Las borrascas en sucesión se nos han venido encima estampándose una vez más como oleadas, sobre toda la fachada atlántica ibérica, las partes altas de la mediterránea, y por supuesto con intensidad incrementada sobre todas las áreas de montaña, que son bastantes por suerte.

Las nieves se han fundido en las zonas bajas, han crecido en las zonas altas, los ríos han retomado sus caudales, las torrenteras y arroyos secos han vuelto llevar agua, y los brotes de los campos han cogido la fuerza que este año parecía faltarles. La época es la perfecta, justo antes de que los árboles empiecen a mover savia, los pajarillos a piar y en definitiva, todos los ecosistemas, cortijos y cortijillos vitales a despertarse.

La situación de la Península Ibérica, justo centrada sobre la banda denominada de clima mediterráneo, y en su extremo, pegada a la enorme masa oceánica atlántica, hace que las oscilaciones entre los climas húmedos y fríos del norte de europa y los cálidos y secos del sur, sean claves para determinar su naturaleza, y todas las actividades e interacciones del hombre con la misma. Estos vientos, los ábregos, son seguramente la expresión más clara de estas oscilaciones climáticas que hacen pendular la mayor parte de los climas ibéricos entre la humedad y la sequía, entre el vergel y el secarral, la selva y el desierto.

Así, entre los climas más europeos de la franja cantábrica, con su humedad perenne y sus frondas de robles, hayas, fresnos y sus prados siempre verdes, pasando por las mesetas, y los climas del sur, más extremos, con sus cuasiselvas como las de Grazalema, y las cornisas mediterráneas, que a sotavento de estos vientos atlánticos, son mucho más secas, hay todo un abanico de climas, sistemas montañosos, altitudes, orientaciones diferentes, que hacen de la Península Ibérica un mosaico natural único en el mundo.

Y son estos vientos cargados de humedad, el contrapeso a los calores del verano, una vez que la corriente de vientos húmedos se aleja hacia el norte de Europa, los que regulan el pulso de toda esta riqueza. 


Así desde las cordilleras Cantábrica y Pirenaica, pasando por las mesetas y los sistemas montañosos Central, Ibérico, Montes de Toledo, Sierra Morena, Sierra Nevada y todas sus ramificaciones locales, se extienden diferentes variedades climáticas, desde donde el almendro florece en enero hasta donde lo hace en abril, los robles que folian en marzo y los que lo hacen en junio, más tarde que las hayas de los Alpes, y todo dependiendo de las altitudes, orientaciones, más hacia el océano o no.

Los años secos, si faltan estos vientos, los años húmedos y fértiles, cuando los hay. Las cosechas, los pastos, los ríos, los embalses. Las migraciones de las grullas a los pastos de Extremadura en invierno desde el norte de Europa. Todo está condicionado al mayor o menor aporte de humedad que traen estos vientos del suroeste. Aunque también haya precipitaciones al margen de este régimen, muy importantes las de vientos del norte en el Cantábrico, las gotas frías de Levante, o las tormentas del verano que aparecen, como las setas, de forma más irregular y local, el gran peso de las precipitaciones, del agua, de la vida en la Península, depende de esta componente de ábregos en la estación húmeda.

Este fundamento natural del compás vital ibérico ha sido y es determinante en el desarrollo de la vida, costumbres, cultura de los diferentes pueblos que cohabitamos esta Península, unido a la geografía, la disposición de los sistemas montañosos, y todo tipo de particularidades que hoy dejo apartadas pero de enorme importancia local.

Han vuelto los ábregos, y eso significa alegría. Alegría con el cielo gris, aunque desde los centros de las ciudades no nos demos cuenta a veces de su importancia. El agua que bebemos, depende de ellos. El verde y las flores de los campos de esta primavera, la vendimia del otoño, el huerto de tu pueblo, las camadas, puestas y crías de los conejos, de los azores, de los vencejos, los búhos y los alimoches depende de ellos. 


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