Después de un mes totalmente parado por una lesión estúpida, un invierno saliendo a correr un par de días por semana y tras una semana y pico corriendo, ya empiezo a encontrarme cual lobo salvaje y me veo con fuerzas para meterme el primer entrenamiento serio: 60-60 por el monte.
El objetivo del entrenamiento es correr 60 minutos en una dirección determinada, y volver en sentido contrario, atravesando el monte en línea recta haya lo que haya (bueno, casi, no nos vayamos a empotrar en un pino). La serranía es perfecta para esto. Así que elijo rumbo casi norte para llegar a la enorme torreta del Bosque de Valsalobre, ya conocida. El ritmo... ni suave ni duro, lo justo para el primer entrenamiento de dos horas. Atravieso en este recorrido un pinar de Pinus nigra (por cierto, y valga en adelante en este blog: uso los nombres latinos no por ansia pedante sino porque la gente usa nombres diferentes en cada sitio y albar/negral para unos es el contrario que para otros, así que para dejarnos de tonterías uso el nombre del Imperio), aliagar, espinar, praderita en su máximo esplendor primaveral, un par de muros abandonados en la vieja Dehesa de Valsalobre, alguna pista poco concurrida que cruzo en perpendicular, quejigar centenario, un tocón de pino de más de un metro de diámetro que me pone los pelos de punta, una dolina, de nuevo algo de aliaga y finalmente estoy en el Bosque de Valsalobre. Pinar de Pinus sylvestris tipo Peguerinos pero... cárstico. Muy cárstico. Uno de los mejores de la Península para orientación, sin dudísima, pero con importantes inconvenientes para organizar una prueba.
A los 50' me encuentro de lleno con la torreta de Valsalobre. Objetivo conseguido, sigo un poco más disfrutando del magnífico Bosque de Valsalobre, y vuelta. Por supuesto, sin ver ningún animal de dos patas. De cuatro sí: dos corzos, dos ciervos y un jabalí.
Para dar idea de lo que es el Bosque de Valsalobre, pongo alguna imagen de final del verano pasado.
Al día siguiente de vuelta al mundo urbano me paro en un sitio que tengo ganas de explorar desde hace tiempo. La Muela del Rebollar, entre Poyatos y Santa María del Val, una de las zonas con peor carretera de acceso de la sierra. Entreno de rodaje simplemente para reconocer la zona, con multiples paraditas.
Creía que podía ser bueno y no me equivocaba. Formaciones rocosas no hay (o no he visto) pero puede ser muy válido. Sobre todo excelente para una prueba tipo "rogaine" de verdad. No de correr por sembrados y algún retazo de bosque. De meterse 6 horas de traqueteo por un bosque de verdad, no especialmente cerrado pero desde el que casi no se puede atisbar el horizonte, con relieves negativos y sin referencias salvo curvas de nivel suaves y algún clarete esporádico. Pero bueno... somos pocos, la sierra grande, y hay otras prioridades.
En resumen: muy contento de poder entrenar en condiciones por el monte otra vez.
Me mola tu blog y tu prosa. Describes los lugares que te dan ganas de estar allí ya. Tengo que visitar la Serranía de Cuenca con carreras o sin ellas y si es de tu mano, mucho mejor. Sigue con esta iniciativa, aqui tienes un lector.
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